Cuando un encuentro gastronómico ha sido mimado y cocinado a fuego lento, añadiéndole poco a poco ingredientes misteriosos, con toques de intriga a partes iguales, y todo ha sido removido suavemente y con mucha paciencia, los platos resultantes y el evento en general, tienen muchas probabilidades de salir bien.
Con esta receta de base, allí me planté yo, Laura, en el parking del restaurante Andra Mari, un restaurante del que guardamos un gratísimo recuerdo, bastante reciente además, tanto por su cocina como por el trato recibido. Vengo a este evento al que hemos sido invitados, ‘a ciegas’, sin conocer de forma física al resto de comensales, ni a los 7 bloggers gastronómicos ni a las dos personas que han resultado premiadas en el innovador concurso promovido por el equipo de Gure Sukalkintza con las que voy a compartir mesa. Sí, en los últimos días me he ‘cruzado’ con ellos virtualmente una vez se desveló la lista de asistentes, algunos me suenan de Twitter, Facebook, Instagram y de otras redes sociales, pero siendo sincera, no los conozco y no se qué me deparará esta misteriosa velada…