Extasiados con tanta belleza natural en días pasados de nuestro roadtrip por Eslovenia, teníamos claro que el sexto día lo íbamos a dedicar a hacer algo de turismo cultural en los alrededores del lago Bled. Sí, nos dejamos llevar por la recomendaciones de la ‘amiga Lonely‘, y decidimos visitar la pequeña y pintoresca localidad de Radovljica.
10 minutos de trayecto en coche desde Bled, por buena carretera, nos plantan en este pueblo de difícil pronunciación. Aparcamos en las ‘afueras’, en una zona donde no hay que abonar aparcamiento, pero en cuestión de 5 minutos caminando, nos plantamos en la entrada al casco histórico de Radovljica, que es su principal atractivo turístico.
Justo en la bocacalle que entra en el casco histórico, a mano derecha, está la oficina de turismo de la localidad, donde rápidamente nos hacemos con un plano, muy útil (sin el que no podría haber escrito este post), y con las cuatro indicaciones principales que guiarán nuestra visita por esta villa medieval, antiguamente amurallada.
¡Radovljica tiene uno de los cascos históricos más curiosos que conocemos! La ‘gracia’ de esta peculiaridad reside en que todo su conjunto histórico gira prácticamente alrededor de una animada, alargada y rica plaza rectangular, denominada Linhartov trg (plaza Linhart). Esto hace que el casco histórico dé la sensación de estar ‘recogido’, como si todos los edificios, de arquitectura gótica tardía y renacentista, cernieras filas sobre la plaza, en clave de protección, artística.
¿Muchos adjetivos para una plaza? Para nada, esta peculiar plaza principal se merece esos adjetivos y muchos más: tiene forma de rectángulo muy alargado, nada que ver con otras plazas rectangulares al uso; lo de ‘animada’ viene a cuento de que hay 2-3 bares en la plaza, con sus correspondientes terrazas y consiguiente ambientillo; por último, el tema de la ‘riqueza’. Esto se explica aludiendo a que no hay un edificio, balcón, fachada, ventana, puerta…’trozo de la plaza’ que no tenga ‘algo’ respetable y reseñable. Nos atrevemos a decir que de la casas que rodean la plaza, no hay una casa ‘normal’. Es más, Radovljica está considerado como uno de los monumentos de urbanismo histórico más importantes de Eslovenia.
Por cierto, los tejados de las casas de Radovljica nos recordaron mucho a los tejados del ‘caserío trucense’, típicos en el valle de Karrantza y en Enkarterri.
Momento ‘morriña-Euskadi-connection’ superado, vemos que incluso ¡hay un antiguo castillo en la misma plaza! Es el antiguo castillo de Diestricstein, del siglo XVI, de imponente y elegante fachada, ahora reconvertido en museo etnográfico.
Sí, pensamos lo mismo que vosotros: poca pinta de castillo tiene por fuera. El museo etnográfico es de acceso gratuito, por lo que fuimos a darnos un garbeo por el interior; por supuesto, también tuvimos que dejar nuestra estampa ;-).
El museo muestra grandes detalles sobre la etnografía eslovena, con el origen, historia y cultura de la región de la Alta Carniola, que es donde se ubica la localidad de Radovljica, como estandartes.
Multitud de documentos, explicados en inglés y en esloveno, se agolpan en los dos pisos del museo, aunque los ojos del viajero se fijan inevitablemente en los objetos de madera y metal realmente curiosos, y grandes en dimensiones, que pueblan algunas de las estancias.
También está aquí el museo de apicultura, cuya entrada es de pago, pero al no ser amantes de la miel, no entramos. Luego nos enteraríamos que este museo tiene una importante razón de ser, ya que la miel de Radovljica tiene fama en todo Eslovenia. Es más, Radovljica está considerada como la capital de la apicultura en Eslovenia. Cosas que aprendes cuando vuelves de un viaje…
Siguiendo por el lado del peculiar ‘castillo’, llegamos a un lateral de la plaza, donde nos damos de bruces con la iglesia de San Pedro, principal templo religios de la localidad. Este templo de estilo gótico tiene un interior ornamentalmente rico en comparación con otras iglesias eslovenas, pero lo que llama la atención es sin duda su espigada torre, visible desde bien lejos.
De forma anexa a la iglesia, unas dependencias eclesiásticas con un patio de arcos de estilo gótico, flanqueado por ventanas y arcos de colores, y balcones con plantas, merecen un garbeo. Es la rectoría, un buen sitio para pensar.
En el vértice contiguo de la plaza, hay una calle luminosa que conduce a lo que en su día fue la zona fortificada, las antiguas murallas de piedra de la ciudad. Hay algún vestigio, tanto en este flanco como en el opuesto, pero su importancia pasa prácticamente desapercibida.
Cruzando un arco y antigua puerta de entrada a la ciudad medieval, uno se puede asomar a una pequeña balconada y valle, donde la naturaleza de Eslovenia vuelve a emerger. No lejos de aquí confluyen los ríos Sava Dolinka y Sava Bohinjka.
Se tiene constancia escrita de la villa de Radovljica, por primera vez, en el siglo XIV. Fundada por los eslavos, fue una importante núcleo comercial, obteniendo el privilegio de ciudad en el siglo XV. Debido a la riqueza y esplendor de la época, a día de hoy conserva gran parte de su imagen y encanto arquitectónico, una mezcla de gótico tardío con renacentismo que funciona de maravilla. Al estar situado su casco histórico sobre una estrecha y alargada loma, sí se percibe que fue una ciudad fortificada, pero como decíamos, los vestigios medievales no son muy evidentes.
Desde el punto de vista político-administrativo, la villa siempre ha tenido una especial relación, de pertenencia y subordinación en muchos casos, con el Imperio de los Habsburgo, especialmente con su parte más relacionada con Austria, por cercanía geográfica. Esto conllevó que idiomáticamente, hasta el siglo XX, Radovljica era conocida también oficialmente con el nombre de Radmannsdorf, vocablo de claro origen alemán.
Vistos todos y cada uno de los detalles del pueblo de la plaza Linhartov, nos animamos, valga la redundancia, a sentarnos en una de las animadas terrazas de la plaza, con el doble objetivo de dar de comer a la peque, y probar un vino esloveno. Siendo mediodía, optamos por el clásico vino blanco, un Halozan a base de uva Chardonnay. No está espectacular, pero cumple con creces las veces de ‘enoaperitivo’, e incluso está mejor que muchos ‘Ruedas’ tristes que sacan en muchos bares de España. El precio tampoco está nada mal: vino en copa, en terraza en medio de una bella e histórica plaza, only 1 €.
Hora de comer en Radovljica. Nos dejamos aconsejar por la Lonely Planet (no confundir con Loni Planet, patent pending xD), o mejor dicho, nos dejamos llevar por los cantos de sirena sobre el restaurante Gostilna Lectar, al que llegan a calificar como el mejor restaurante de la Alta Carniola, y uno de los mejores de Eslovenia. Reservamos mesa, y comimos en la terraza, con unas vistas bien bonitas sobre la parte baja de la villa y los Alpes Julianos.
Comimos muy bien, aunque para ser Eslovenia y para lo que comimos, fue bastante caro. La fama de aparecer recomendado en la Lonely Planet, se paga, comprobado. Podéis disfrutar de todos los detalles de la gastroexperiencia en esta review específica del restaurante Gostilna Lectar.
Lo que es este restaurante es una mina en lo que a decoración tradicional eslovena se refiere, muy asociada al mundo rural. Merece la pena acercarse a su entrada sólo por eso. Además, en el sótano del mismo edificio está el museo del Pan de Jengibre. En él, se sigue trabajando el arte del lectarstvo, una peculiar modalidad de arte esloveno que consiste en producir figuritas y formas de colores, especialmente corazones, a base de masa de miel. Es una clara conexión y guiñó con la antes mencionada importancia de la producción de miel en Radovljica.
Con el estómago bien alimentado, no queda otra que dar un último garbeo por la plaza y sentarnos en otra terraza a ver la vida pasar, comiéndonos un rico helado artesano rodeados de edificios históricos, cada cual más bello.
Y así termina nuestra excursión a Radovljica, una pequeña pero coqueta villa que se puede ver perfectamente en un día. ¡Que en un día! En una mañana, e incluso si nos apuráis, en 2-3 horas ;-). Después del trote que llevábamos en días anteriores, tenemos el recuerdo de que este día fue un día típico de slowtravel, slowfamilytravel en nuestro caso.
Pasear y fotografiar sin prisa, sin rumbo fijo y sin pérdida posible, ya que todo lo que hay que ver está a mano; atender a todos y cada uno de los mil y un detalles de los edificios de la plaza; parar a tomar un vino o un helado en una terraza por puro capricho; contemplar la vida cotidiana de la villa desde tu cómodo asiento; degustar la cocina tradicional eslovena con vistas a las montañas…, ¡fue un gran día!
La verdad es que sin hacer nada del otro mundo, y sin ser un ‘must’ de Eslovenia ni un sitio muy oído, tenemos un gran recuerdo de nuestra visita a Radovljica, y lo recomendamos como visita y excursión cerca del lago Bled. Ideal si empiezas a estar un poco hasta el moño de las aguas turquesas, la isla y el castillo del lago Bled. Ideal para cambiar de tercio por un día y ponernos el ‘chip histórico-cultural’, ya que el ‘chip naturaleza’, de facto, va irremediablemente asociado a la región de la Alta Carniola.
Para completar el día, de vuelta en el lago Bled, nos dio tiempo a darnos un último chapuzón. Luego, para variar, una nueva tormenta de montaña descargaba un chaparrón épico, chaparrón con ‘CH’ mayúscula. Bonita sensación la de nadar en el lago Bled bajo la lluvia, mientras diluvia. Una experiencia viajera más ;).
Ésta sería nuestra última noche en el lago Bled. Al día siguiente veremos otra maravilla natural de la zona y luego tiraremos en coche hasta Ljubljana, nuestro próximo campamento base. ¿Te vas a perder el siguiente artículo de nuestro viaje a Eslovenia?
Saludos!
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