Nos gusta dejarnos guiar por ‘locales’, es decir, por gente oriunda de la ciudad o sitio que visitamos. No sólo con los sitios imprescindibles a visitar, también nos dejamos aconsejar muy gustosamente sobre gastronomía y restaurantes de la zona.
A pesar de que muchas veces tiramos sobre la marcha de aplicaciones como Foursquare para localizar gastrotips que nos ayuden a elegir un restaurante o bar, también solemos recurrir al socorrido método de parar abordar a alguien en la calle, y preguntar directamente, mirando fijamente a los ojos, como si de una sesión de hipnosis gastronómica se tratara :).
En nuestra última visita a Gijón, no tuvimos que parar a nadie por la calle, entre otras cosas, porque la chica que nos alquiló su apartamento, ya nos dio de facto diversos consejos gastronómicos para comer y cenar bien en la ciudad asturiana y alrededores, ¡gracias Susana!
Entre las variadas recomendaciones, nos quedamos con Casa Dulce, principalmente porque queríamos algo accesible a pie desde el apartamento en el que estábamos alojados, evitando tener que mover el coche de noche.
Es un sitio muy peculiar, empezando por su localización. No sabemos qué aspecto tendrá la zona dónde se ubica el restaurante a plena luz del día, pero al anochecer, la zona y el trayecto a pie hasta el restaurante, desde el barrio de La Calzada, acojona un poco. Hay que caminar por la acera de una amplia avenida no muy transitada, bordear una gran rotonda, y a continuación, enfilar una recta caminando por una especie de acera elevada, paralelos a una gran nave que con toda probabilidad, está abandonada hace muchos años. Sí, a ello contribuye que la zona no está muy bien iluminada y que a partir de cierta hora, no camina por allí mucha gente. El resto, lo hace el ‘coco’ de cada uno. En realidad no serán más de 500 metros de paseo desde la avenida principal, pero si no conoces la zona, como decimos, el trayecto puede acojonar y echar al traste una gastroexperiencia de campeonato.
El caso es que por cabezonería y por creer ciegamente en la recomendación que nos realizaron, a pesar del mal rollo de la zona, decidimos darle una oportunidad y caminar, rapidito, pero caminar. Si eso, a la vuelta pedíamos un taxi y listo, tan fácil como eso. Allí, en una zona industrial anexa al puerto industrial y zona de astilleros de Gijón, poco iluminada, damos por fin con una puerta desde la que sale algo de luz. ‘Hogar, dulce hogar’, o en este caso, ‘Casa, Dulce Casa’ :).
Por cierto, era viernes y habíamos reservado mesa por la tarde, porque así nos lo habían recomendado. Nos sorprendió que en la llamada, nos preguntasen qué íbamos a cenar Supongo que lo hacen porque algunos platos requieren de cierto tiempo de preparación, o porque puede que justo no tengan lo que quieras. De entrada, este detalle denota ‘cercanía’, y desvela que Casa Dulce es un sitio, conocido por lugareños, al que la gente va a comer cosas muy concretas, platos conocidos. Nosotros, siendo nuestra primera vez, por teléfono no le pudimos decir qué íbamos a cenar, pero la intriga ya estaba rondando nuestros estómagos.
Atravesando una pequeña zona de barra y unos biombos de separación, entramos al restaurante, con una zona estrecha, y un espacio más amplio al fondo. Es viernes noche, y sólo hay una mesa ocupada. En realidad, hay una mesa muy bien ocupada, porque tiene multitud de gente, parece una cena de empresa, y están armando un bullicio considerable. A pesar de que hay mesas algo más alejadas de la algarabía y del cachondeo elevado de tono, nos sientan al lado, nuestra cena romántica, en pareja, pierde algo de punch.
Es un sitio muy ‘normalito’, una antigua tasca convertida en restaurante, con mantel de cuadros, y mantel de papel encima. Nos dejan la carta, y sinceramente, viendo el sitio, pensábamos que íbamos a encontrarnos con platos muy económicos. Ojo, los precios no son caros, pero quizás traíamos una idea equivocada, confiaremos en que las raciones sean generosas.
Mientras elegimos la comida, pedimos una botella de sidra, o sidrina como le dicen por Asturias. De repente, la camarera que nos atiende, una camarera de las de toda la vida, de las que habla bajo y le cuesta sonreir, nos espeta un seco ‘No tenemos sidra’. ‘¿Cómo, en un restaurante de Asturias, en pleno Gijón, no tenéis una botella de vuestra preciada pócima?‘. Que no, que no tienen, y no es que se les haya terminado, sino que por política particular del establecimiento, no tienen sidrina. Esto nos rompe los esquemas hasta límites insospechados, pero hay que adaptarse. Por la comida que vamos a pedir, optamos por un albariño que no conocemos, ‘el de la casa’, que tiene un precio asequible, y la camarera nos asegura, con una media sonrisa que vale su peso en pulpo, que está rico, que es muy fácil de beber.
Sí, no es una genialidad de la viticultura pero está rico, se bebe fácil y marida hasta bien con una tapa aperitivo de cecina que nos sirven, cortada muy fina, con mucho sabor.
A pesar de que nos tienta leer en la carta el ‘pulpo amariscado‘ que nos habían recomendado en este sitio, es un plato con un precio elevado para lo que íbamos buscando, y Miguel, si bien es fan del pulpo, no es fan del marisco. Ni pa’ ti ni pa’ mí, al final optamos por pedir pulpo a la plancha, huyendo del pulpo a feira que es más fácil comer en otros sitios.
¡Ya viene! Gran ración, más que generosa, y espectacular sabor. Tiene un toque ‘alegre’ que rebaja bien el afrutado albariño, pero los tentáculos de este señor pulpo son de enmarcar, y de saborear despacio. La carne está exquisítamente tierna, le han pegado un ‘planchazo’ perfecto, está en su punto óptimo.
Compartimos este preciado entrante marino en agradable conversación en pareja, y terminamos muy satisfechos con el plato, incluso llenos. Vista la ración y la calidad, su precio es más que razonable, al igual que el de la visita guiada por Gijón.
Pasamos a los segundos. Laura opta por una sopa de pescado, 100 % casera, y la camarera, como si fuéramos de casa, le deja a su vera un enorme ‘perolo‘ o cacerola con sopa suficiente como para alimentar a toda Gipuzkoa. Muy sabrosa, con tropiezos, y se nota a leguas que es una sopa casera, realizada con mucho mimo y paciencia en la casa.
Miguel opta por pedir un plato de lacón con pimentón. Nos esperábamos un plato, no un platazo de lacón. La carne está cortada con su grosor perfecto, ni muy gruesa ni muy fina, también saben de esto en la casa. Cocinada en su punto, quizás tiene mucho pimentón, suerte que queda algo de albariño, porque Miguel se empieza a poner colorado, y eso que le gusta el picante. Al que no le guste el pimentón, mejor si advierte que no le echen mucho, porque estamos ante un plato ‘muy alegre’, con un juguillo que incita a pecar sin pensar en ese bañador que pretendemos ponernos este verano en la playa. Mejor tener algún kilo de más pero disfrutar de este pulpo a la plancha y de este interminable plato de lacón, ¡qué leches!
Por las cantidades industriales de comida ingeridas, nos vemos ‘obligados’ a no comer postre, por lo que optamos por pedir dos simples cafés y un chupito de orujo blanco, bastante dulce y anisado, para empezar a digerir bien los manjares degustados. Sí, las raciones son enormes en Casa Dulce, pidas lo que pidas.
La conversación continúa entre gritos y algarabía de la mesa de al lado, donde están comiendo el famoso pulpo amariscado. Estamos a punto de sacar una foto a las enormes cazuelas que sacan, ¡qué pinta tan buena, y cuánto ‘bicho’ hay en la cazuela!
Es entonces cuando aparece en nuestra mesa la ‘artista’ de Casa Dulce, que por lo que hemos leído en la red, se llama Dulce :). Es la cocinera, una señora que se acerca a nuestra mesa y nos pregunta qué tal hemos comido. En los restaurantes de alto copete sí suele darse este tipo de garbeo del cocinero para preguntar qué tal ha ido la comida. En este caso, nos sorprende, pero sin duda, nos alegra, mucho, porque siempre es bueno dar feedback a la cocina. No podemos negar la evidencia, y le contestamos a la humilde mujer, cuyo atuendo de cocinera deja entrever manchas y muchas horas de trabajo y dedicación entre fogones, que nos ha encantado la cena, que hemos comido estupendamente. Nos agradece el feedback, y nosotros su detalle de venir a la mesa.
Nos quedamos con pena de preguntarle si ella es gallega, porque la carta y los platos degustados, tienen una clara influencia de Galicia. De hecho, si tendríamos que definir y encajar a este restaurante en un tipo de cocina, sin ser expertos en la materia ni conocer todos los platos de la carta, nos atreveríamos a decir que su especialidad es la cocina gallega. Ojo, si alguien nos dice que es cocina asturiana, que a su vez, por cercanía, está claramente influenciada por la cocina gallegada, nos lo creemos, no vamos a discutir cuando la cocina, sea del origen que sea, es fabulosa. ¿Será por eso que no tienen sidrina? Sea como fuere, y aunque parezca contradictorio estando en Gijón, la culpa es nuestra, fuimos nosotros quienes pedimos esos platos tan típicamente gallegos. En fin, que nos apetecía, y punto.
Estos antiguos bares, tabernas y tascas de zonas industriales y barrios obreros, corrientes en decoración y atención, pero con un alma casera sin igual, acompañado de un expertise cocinero basado en buen producto y en saber trabajarlo durante años de experiencia entre fogones, son realmente recomendables. Sí, la ubicación del restaurante no es la mejor, de hecho es mala; habrá mucha gente que no se atreve a ir caminando hasta aquí cuando anochece, pero ahí reside también parte de la gracia de esta gastroexperiencia, salada y de altura, en Casa Dulce.
PD: Por cierto, el camino se vuelta no se nos hizo ni tan dantesco, ni tan oscuro, ni tan largo. Quizás fue porque las meigas nos llevaron en volandas, ¿o fue el albariño? 😉
Información práctica:
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- Dirección: Avenida Eduardo Castro 143, 33212 Gijón (Asturias)
- Teléfono: (+34) 985 32 10 42
- Cierra sábados y domingos
- Imprescindible reservar mesa, especialmente los viernes y festivos
- Entre semana, ofrecen menú del día
- Precio: 46 € para 2 personas con todo lo descrito en este post.
- Gastroexperiencia vivida en Mayo del 2014.
- No se puede pagar con tarjeta
- Mapa con la ubicación del restaurante Casa Dulce en Gijón
On egin!
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Pues si, la calle en la que está no es desde luego la más bonita de Gijón pero la comida lo compensa.Algún años incluso tenemos encargado allí la sopa de pescado para la cena de Navidad 😉
Hola María! Qué bueno saber que incluso puedes encargar algún plato y llevártelo para casa, es un sitio autóctono, y auténtico! Si una que yo sé llega a saber eso, quizás hubiéramos venido de vuelta a Eibar con una cazuela de pulpo amariscado aromatizando el coche y el viaje :). Gracias por el comentario y ese buen tip, saludoX!
Nosotros desde que descubrimos la combinación pulpo – plancha o pulpo – horno, ya no lo queremos de otra forma, jajaja. Una vez más se demuestra que es suele ser buena opción seguir la sabiduría popular a la hora de elegir un restaurante.
Saludos!
¡Vosotros sí que sabéis pareja! De verdad que lo sentimos mucho por el clásico pulpo a la gallega o pulpo a feira, pero donde esté un buen pulpo a la plancha o a la brasa, que se quite cualquier otra forma de cocinar este sabroso cefalópodo. Respecto a los consejos viajeros, Foursquare e Internet ayudan, pero estoy con vosotros en que no hay nada como las recomendaciones de ‘locales’, ésa es la comunidad que más sabe. SaludoX!