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Los ‘Instapollas’ y el postureo en Instagram

Postureo en Instagram


Bienvenido/a a la era del postureo en Instagram, reino de la civilización de los ‘instapollas‘: gente cuyo cerebro solo funciona a base de hacer scroll infinito, consumir stories absurdasregalar likes impersonales y gratuitos; personas que consumen contenido inspiracionalmente efímero y que no dudan en frecuentar los lugares y escenas creados por sus idolatrados influencers (¿?) en Instagram. Exacto: hablamos de los gilipollas y soplapollas de toda la vida, pero en versión Instagram. Y sí, por si tenías alguna duda, tú  y yo también tenemos parte de culpa en todo este agujero negro digital.

Postureo en Instagram y redes sociales

El postureo en Instagram y en las redes sociales se nos está yendo de las manos. Esta última noticia publicada en torno a Instagram no es sino el último ejemplo del mal uso y del consumo tergiversado de información que hacemos en las redes sociales.

Lo grave de Instagram no es que alguien cuelgue una foto intentando aparentar lo que no es (que también…), sino lo realmente peligroso es el mensaje que su ejército de followers ‘borregos’ interpreta y está dispuesto a hacer (léase, lo que sea) por ir a ese mismo sitio y sacarse la misma foto, incluyendo posturita forzada, copa de vino, pamela y vestido vaporoso a juego con la escena. ¿Dónde quedó la imaginación y las ganas de descubrir por uno mismo?

Conviene recordar que las redes sociales nacieron y crecieron bajo el paradigma de la Web 2.0, con el objetivo general de compartir información, incluso de crear y colaborar en la creación de información consumible, de contenidos. Esa visión colaborativa nos la hemos saltado por el forro de Zuckerberg, y venimos haciendo un mal uso, y abuso, de las redes sociales, siendo especialmente llamativo el caso de Instagram, la red social de moda en lo que a contenido visual se refiere.


¿Qué estamos haciendo -tan mal- para que el postureo en Instagram esté llegando a unos límites insospechados, poco sostenibles y nada responsables? Da igual que tu canal de Instagram sea sobre un destino como Albania, compartas fotos de gastronomía vasca o vendas kimonos de kung-fu desde tu casa de Albacete. Un poquito de por favor. El bucle egocéntrico y artificial en el que hemos convertido a la ya denominada Postugram parece no tener fin. Ni ética alguna. Y seamos sinceros, todos tenemos (gran) parte de culpa en esta maquiavélica historia.

Este artículo no pone en duda que ciertos vídeos, fotos, stories y recomendaciones que hace la gente en Instagram tengan un gran poder inspiracional. De hecho, no hay que ser un lumbreras ni haber cursado un máster como el de Pablo Casado para saber que hoy por hoy Instagram es la red social que más influye en decisiones de compra, reservas, próximos viajes o futuras visitas a restaurantes.

Sin ir más lejos, yo admito que he comido en restaurantes que he descubierto tras ver la foto compartida por algún foodie o winelover al que sigo y cuyas publicaciones en Instagram merecen mi atención.

Lo mismo con algún rincón o destino recomendado por personas que van de cara y se han ganado todo mi respeto con el trabajo que realizan dentro y fuera de la mencionada red. Al final, detrás de avatares, nicks virtuales, fotos de perfil adulteradas y publicaciones patrocinadas, lo importante es que haya PERSONAS de carne y hueso que comunican, gente con la que mantienes cierta afinidad y en cuyas recomendaciones, por la razón que sea, confías.

¿Qué es un ‘Instapollas’?

Pero entonces, ¿qué es un instapollas? Haciendo un claro guiño a la RAE ;), nos atrevemos a definir a un instapollas como ‘una persona (¿?) con muy poca ética que trata de alterar, colgando fotos en su Instagram, la realidad de un lugar o de un modo de vida, dedicándose al postureo y a la búsqueda desesperada de likes para alimentar su creciente ego’.

Ojo, que no solo hay instapollas en cuanto a creadores de contenido, sino que también tenemos galones de instapollas aquellos que seguimos en Instagram a los mencionados instapollas y nos dejamos ‘influenciar’ por sus publicaciones sin ni siquiera haber procesado la información visual recibida. Hago like, dejo un comentario para saber dónde está comiendo ese generoso plato de tataki de atún (ejem, mira la localización de la foto chiquillo, que la gente suele localizar las fotos) y ya estoy casi llamando enviando un email para reservar mesa en el garito de moda de la city. Su foto me ha influenciado and I want it now.


Estos últimos son la especie peligrosa y venenosa, porque los otros no dejan de ser, en muchos casos, unos seres sin abuela que están buscando subir su autoestima a base de engañar o alterar la realidad. ¿Qué se nos tiene que pasar por la cabeza para que acabemos invadiendo un campo de lavanda en Guadalajara, comprándonos un vestido de Zara que sabemos no nos va a quedar tan bien como a la influencer de turno, o dándonos un beso de Judas con nuestra pareja en ese mismo banco que se ha puesto de moda?

La búsqueda de rincones ‘instagrameables’

Qué borregos somos…  ¿A que no tienes huevos de hacerte un selfie en Tortuguero junto a un cocodrilo que no ha comido en una semana? Anda, atrévete a meterte en un campo de ortigas con shorts de Stradivarius, sandalias de Loewe y pamela de Confecciones Maritrini en mano. En este caso te habrás ganado mi like, un comentario nivel 4º de la ESO, y si me pillas de buen humor, quizás un repost.

El circo de la publicidad 2.0

Es el nuevo circo de la publicidad. Lo que antes se anunciaba en la televisión, ahora se anuncia y se consume en redes sociales, especialmente en Instagram. Es la nueva ‘caja tonta’ que nos absorbe y roba minutos de nuestras desdichadas vidas. Instagram y apps derivadas llevan camino de convertirse en un vertedero 2.0 similar a Telecinco, un canal basura donde se emiten impactos publicitarios a cascoporro, sin ética alguna, para adormecer al pueblo e intentar rascarle el bolsillo al pobre consumidor. El opio 2.0 del pueblo, que nunca llegará a los niveles opiáceos del maldito fútbol.

¿Que una celebrity comparte un selfie en Instagram realizado en un campo de girasoles donde Cristo perdió el mechero? Pues nada, a las dos horas algún fanático da con el sitio exacto, lo comparte, y en cuestión de microsegundos, se organiza una quedada o un exclusive tour para poder sacarse exactamente la misma foto. Pero cómo somos tan… ¡Instapollas!

Y todos a comer donde ha comido (según Instagram) la Pataky o a embadurnarse de arena donde ha posado la Pedroche; no dudes en afeitarte con la espuma de afeitar que utiliza Cerresiete (antes de defraudar miles de millones a Hacienda), ni en comprar la misma pulsera que la Dulceida de turno.

¿Que alguien se la juega sentándose en el borde -del borde- del Púlpito de Noruega? ¿Su historia lo ha petado en Instagram? Pues yo más. A mí me va lo extremo. Da igual que me resbale y tenga grandes posibilidades de practicar caída libre. Me va la aventura. Además, con un poco de suerte, la GoPro que llevo en la frente no me falla y retransmito los últimos segundos de mi vida vía Instagram TV, que es lo más cool & trendy. Historia destacada del día. Ya verás qué de likes. ¿O pulsaremos emojis de mueca triste? Seguro que algún influencer de la competencia (¿?) pulsa ‘Me encanta’ en Facebook. Será cabrón.

La tiranía de los likes y de los followers

No conviene generalizar, pero estamos ante una generación de de gente -joven- que pierde muchas horas de su vida navegando por su timeline de Instagram dando like a fotos artificiales y ultra-preparadas que le hacen soñar con comprar el vestido vaporoso que luce esa despampanante chica, con caminar descalza sobre esa playa paradisiaca, con bañarse en alguna infinity pool frente a un skyline asiático, o con pertenecer a esa teóricamente familia perfecta (¿?) que no duda en mostrar anunciar lo rico que está el espetec de Casa Tarradellas. ¿Inspiración o engaño?

Por no hablar de la gente con poca materia gris que sueña con abandonar sus estudios para realizar un curso intensivo de Instagram de 96 horas, o de gente que no duda en dejar su curro mileurista para irse a probar suerte como nómada digital (el modo de vida de moda) en una playa de Bali en la que ya no caben más instagramers, bloggers, influencers y otras subespecies digitales.

Quizás puedas vivir una temporada en Indonesia con tus ahorros, no te digo que no, pero te aviso que el golpe de realidad puede ser muy duro si piensas vivir de colgar fotos hiper-mega-ultra guapas en Instagram o en un recién creado blog de viajes. Es una pena pero Iberdrola, Telefónica y Gas Natural, de momento, no tienen implementado los likes de Instagram (ni los retuits, ni las reproducciones de Youtube) como método de pago válido. Quizás en unos años… ¡Já!

Ojo, no es un modo ni estilo de vida que critico, sino todo lo contrario, ¡lo admiro! Pero ten claro que no es para todo el mundo. Hay gente que ha logrado su sueño de vivir como nómada digital, publicando artículos en diferentes medios, pero por muy bonito que parezca en sus inspiradoras fotos de Instagram, ten claro que las horas y el esfuerzo que hay detrás de muchos de esos perfiles que sigues, es incalculable.Trabajo, tesón y más trabajo. Probablemente algo inabordable para ti, e incompatible con tu modo de vida actual.


Tan solo quiero poner de manifiesto, una vez más, que no todo es tan bonito como lo que vemos en las fotos de Instagram. En efecto, la vida que lleva esa gente que sale posando en las Chocolate Hills de Filipinas o que amanece frente al volcán Bromo no es tan guay como tú crees.

No existe la fórmula perfecta, pero para sobrevivir con ese modo de vida está claro que hay que trabajar mucho, tener un colchón de euros, no tener ‘cargas’, vivir en un país cuyo nivel de vida sea inferior al de tu país de origen, y lo más importante: hay que estar preparado mentalmente para ello, cosa bastante obvia para la que no todo el mundo está preparado.

Lo digo desde mi más sincero respeto y admiración por algunos colegas bloggers que se lo han currado y se han adaptado estupendamente a esta forma de vida y trabajo nómada. Sin más, para que tengas en cuenta estos detalles si te estás planteando cambiar Malasaña por Malasia tras ver alguna foto inspiradora durante ese asqueroso domingo de resaca. La tasa de éxito de los nómadas digitales es más baja que el alcance orgánico de tus últimas publicaciones de Instagram. Mardito argoritmo.

#StopPostureo: Stop al postureo en redes sociales

Parémonos a reflexionar sobre la magnitud del monstruo 2.0 que hemos creado y seguimos alimentando día tras día en la red. Que conste en acta que esta reflexión autocrítica no pretende ser un alegato corroído por la envidia en contra de Instagram u otras redes sociales dirigidas por un algoritmo cuya variable principal es la de invertir money. Es más, soy usuario activo en Instagram, Twitter, Facebook, etc., tanto en el plano personal como en el profesional.

Intentamos hacer las cosas bien, con sentido común y cabeza, pero he de admitir que a veces cuesta diferenciar el mundo virtual de la cruda realidad. Y cuando te dejas llevar por un sitio chulo, por un momentazo, por una foto, por una experiencia top… En definitiva, por los likes y alcance potencial del momento en cuestión que quieres compartir en la red, creedme, es un problemón muy serio.

Me ha pasado. Y seguro que a ti también. Todos hemos postureado (o hemos mandado posturear a los nuestros) alguna vez. Por eso, esto no va solo de echar balones fuera, sino también de entonar parte del mea culpa y admitir que yo mismo, nuestro blog y nuestros perfiles en redes sociales, también han echado en alguna ocasión algo de leña a este circo del postureo. Sí, lo sé, merecemos un tas tas en el culo y un unfollow como la copa de un pino :(.


Cuando dejas de disfrutar de momentos e instantes únicos por sacar la foto perfecta; cuando echas la bronca a tu hija porque te hace una pregunta mientras haces un live; cuando no dejas que nadie empiece a comer porque quieres sacar unos planos cercanos de la cocina griega que estás degustando fotografiando.

Ahí es cuando el problemilla empieza a convertirse en un problema en potencia. Supongo que luego llegan los followers, las apariciones en otros medios, el ofrecimiento de marcas y patrocinadores, las fotos guays de tu roadtrip por la Ruta 66, la falsa subida de autoestima que parecen darnos un puñado de likes… y acabas poniéndote orejas de burro en una maldita instagram storie. Para que tu comunidad (¿?) te vea como una persona cercana y divertida. Como hacen los payasos en el circo, vaya. En el circo de Instagram. Con lo serios que fuimos una vez. Con lo que tú has sido.

Somos cada vez más borregos. Con la gran diferencia de que los borregos (los animales) no pueden por suerte utilizar (de momento) Instagram. Que Dios nos pille confesados y que no tengamos que lamentar (¿?) muchos accidentes, muertes, masificaciones, cierres, suicidios, consultas a psicólogos, multas y prohibiciones por culpa de los instapollas de un lado y de otro.

Stop al postureo en Instagram y en las redes sociales. Di ‘NO’. Y si ya es tarde y crees que no podemos parar del todo esta absurda deriva digital, pongámosle al menos un poco de freno a esta inercia que a la larga solo nos va a traer frustraciones y problemas. Evita que Instagram se convierta en una suerte de ‘Mujeres, Hombres y Viceversa’ online,  única fuente de información (¿?), triste válvula de escape y máximo aspiración como medio de vida para muchos jóvenes de Españistán. Basta ya de cuerpos perfectos moldeados a base de crossfit, playas sin basura, gastronomía de estrella Michelin, pamelas, flotadores de unicornio, atardeceres con filtros exagerados y experiencias cuqui-amazing. Me declaro desde ya muy fan de este tipo de tweets irónicos que ponen en cuestión el postureo exagerado que se ve en las redes sociales. Tú también puedes unirte al movimiento #StopPostureo.

Deja de buscar rincones instagrameables (¿?), comparte las lentejas que comiste el martes, la putada que te hicieron cuando te robaron la cartera en el metro de Lima, muestra el vertedero que hay justo debajo de ese idílico mirador, o cuenta todo el making of de tu última foto en el famoso columpio de Gili Air.

Olvídate por un momento de tu porrón de followers (comprados a precio de saldo en muchos casos) y cuenta toda la realidad de lo que te rodea. Ética y sentido común. Por el bien de todos los que dedican parte de su tiempo a leerte. ¿Te suena de algo lo del turismo responsable?

Aún estás a tiempo de no dejarte embaucar por el egocéntrico círculo vicioso del Postugram y de evitar convertirte en un auténtico Instapollas, que más que un like, lo único que merecen es una buena patada en el culo; o en ese talón a medio caminar que ensayan una y otra vez, con alevosía y nocturnidad, en sus maravillosas fotos. Lo dicho, menos mal que siempre nos quedará el unfollow.


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Disclaimer: Este contenido ha sido escrito a modo de reflexion personal, con ánimo de auto-crítica y entonación de mea culpa, en clave de humor y sin querer insultar ni faltar al respeto absolutamente a nadie; en especial a viajeros, bloggers, periodistas y otros profesionales del mundo del turismo, la gastronomía, el marketing y las nuevas tecnologías que se dejan los cuernos día sí y día también en este complicado y cambiante mundo 2.0. Así mismo, las fotos de Instagram mostradas en este artículo son solo ejemplos de fotos cogidas al azar para ilustrar este contenido, sin que se tenga absolutamente nada en contra de las personas o perfiles mostrados.


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