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Nadar entre atunes y conocer de cerca el atún rojo del Mediterráneo


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‘Nadar entre atunes’ suena bastante light si lo comparamos con los aventureros claims que estamos acostumbrados a ver en sitios exóticos a los que viajan algunos: ‘nadar entre tiburones’, ‘bucear junto a la ballena jorobada’, etc. Suena light…hasta que te dicen que los atunes con los que vas a nadar pesan ¡más de 200 kilos!

En efecto, durante el pasado Travel Bloggers Meeting celebrado en Tarragona, gracias a Turisme Terres de l’Ebre, he tenido la magnífica oportunidad, que no olvidaré jamás, de nadar entre atunes, de ver y admirar estos animales de cerca, de aprender más sobre ellos.

La aventura comienza en el puerto de l’Atmella de Mar, una localidad tarraconense que conserva ese antigua sabor marinero pero que a su vez, está volcada con el turismo, tanto con el turismo de sol y playa como el turismo activo, el experiencial. Esta población costera es todavía a día de hoy la number one de Catalunya en cuanto a flota de atuneros, y es que la pesca del atún rojo del Mediterráneo ha ido siempre estrechamente ligada a la actividad y vida diaria d l’Atmella.

Nos subimos al moderno catamarán que el Grupo Balfegó tiene atracado en el puerto, que ejerce de medio de transporte hasta alta mar en la actividad Tuna Tour que aquí se detalla.

Catamarán de la empresa Tuna Tour

Durante el trayecto hasta las piscinas en alta mar, que dura aproximadamente 20-30 minutos, dependiendo del estado de la mar, un guía de la empresa nos ofrece un interesante speech que nos da ya unos apuntes esenciales acerca de la especie con la que vamos a nadar en  alta mar. Me quedo con el dato de que la empresa exporta atún rojo del Mediterráneo a 22 países, con especial relevancia a Japón, donde como todos sabéis son grandes consumidores de este pescado, cocinado de diferentes maneras.

Saliendo del puerto de l’Ametlla de Mar

A continuación, para conocer más el mundo del atún y para desterrar la mala imagen que  en ocasiones tenemos del atún, asociándolo a menudo con un alimento lowcost que se presenta en forma de lata, con poco valor, proyectan un vídeo en el que nos cuentan de forma amena la historia, biología y otros datos de interés en relación al proceso de acuicultura del que se extrae el atún rojo del Mediterráneo.

Atendiendo al vídeo explicativo sobre el atún rojo del Mediterráneo

El atún rojo del Mediterráneo es un animal que vive en diferentes zonas de mares y océanos, pero que viene a desovar a las aguas donde nació, al igual que los salmones, pero lo hace en diferentes puntos del Mare Nostrum. Es en estas aguas donde de forma estrictamente regulada, tras desovar, el atún rojo es capturado de forma totalmente natural, mediante unas jaulas-piscinas, en aguas cercanas a las Islas Baleares. Una vez capturado, mediante un barco, dichas piscinas se arrastran cientos de millas hasta llevarlas a su destino frente a la costa tarraconense. Una vez en dichas piscinas, los atunes son alimentados de forma muy controlada, monitorizándose el estado de las instalaciones y los animales de forma muy estricta. Además, hasta que no  hay un pedido concreto, los animales no son sacrificados y siguen viviendo en alta mar, en un espacio algo más restringido, pero en un hábitat más o menos natural, que no es poco comparado con otras malas prácticas que se realizan en el mundo de la pesca.


Una vez se termina el interesante vídeo explicativo, minutos antes de llegar al encuentro de los tanques en alta mar, toca el turno de calzarse un neopreno. En época estival es posible interactuar con el Mediterráneo con un simple bañador, pero en Mayo, que es cuando nosotros hicimos la actividad, el neopreno se agradece, mucho. Lo único…¿tendrán mi talla, entraré? 🙂

Embutido en un neopreno dispuesto a nadar entre atunes

Sí, ¡conseguido! El catamarán dispone de baños para cambiarse y ducha de agua caliente, por lo que una vez embutidos en el traje, que insisten han seguido un proceso de desinfección completo tras cada puesta, paso a la parte delantera del barco, donde entre gaviotas que revolotean compruebo que ya estamos frente a la zona de piscinas de acuicultura, donde se amarra el barco. El recinto contiene varias, numeradas, de 50 metros de diámetro y 35 metros de profundidad, pero es una la que está preparada para amarrar el barco y donde se disfruta de la experiencia.

Piscinas en alta mar para la acuicultura del atún rojo del Mediterráneo

Allí, con un cubo de caballa en mano, a modo de muestra, veo que el encargado del amarre del barco y el propio capitán empiezan a lanzar pescado al tanque más próximo, ¡espera que voy por la cámara!

Caballa, alimento esencial y majar para el atún rojo del Mediterráneo

En cuestión de segundos, pocos, muy pocos, diviso una gran estela que se acerca con rapidez a la superficie.

Estela del atún rojo del Mediterráneo

Puedo adivinar su forma, y diferencio claramente una aleta trasera más grande de lo que pensaba, y una espina de color verde, esto sí que no me lo esperaba.

Un ejemplar de atún rojo del Mediterráneo aflora a la superficie


El atún se hace con la caballa en un santiamén, agitando su cabeza y morro con fuerza, hay un revuelo importante de espuma y burbujas en ese mismo instante. Sí, nos lo habían comentado, pero se percibe que el atún es un cazador, y su tamaño impresiona, vaya que sí, y estamos viéndolo desde el barco.

Un ejemplar de atún rojo del Mediterráneo tras devorar una caballa

Tras ver desde la barrera este espectáculo, ahora toca bajar a la arena piscina, ¡glups!Como último momento antes de la inmersión, pasamos a recoger nuestro kit de gafas y tubo de snorkel, artilugio que para limpiarlo, sabéis todos que la mejor técnica que hay que es escupir y pasar el dedito, para luego aclarar el equipo ya en el agua, ponérselo y no quitárselo. Os aseguro que el método puede parecer una guarrada, pero funciona la mar de bien, palabrita del niño Miguelito.

Atendemos a las últimas instrucciones antes de descender por la escalerilla e introducirnos en la piscina.

Últimas instrucciones antes de lanzarnos a la piscina – Foto cortesía de Tuna Tour – 

Nos vuelven a insistir en que es una actividad segura al 100%, y que hay unas boyas en las que nos podemos agarrar si no nos sentimos muy seguros o vemos que el oleaje nos desplaza mucho por el recinto de la piscina. Nos queda claro que los atunes no son en absoluto peligrosos, por activa y por pasiva nos comentan que no nos van a hacer nada, por muy jugosos y tiernos que seamos :), que no atacan para nada, y que aún cogiendo nosotros pescado de la mano, no se van a acercar, ya que no les gusta ser alimentados con la mano, necesitan cazar, son animales cazadores.

Ha llegado el momento. Desciendes la última escalera, tus pies ya sienten el agua fría (¿seguro que esto es el Mediterráneo?), tan sólo queda soltar las manos del último asidero de la escalerilla; bien hecho, ya estás ahí, con ellos, entre ellos, en su hábitat, donde tú, y sólo tú, eres el intruso, ¡respétalos!

Nadando en la piscina junto al atún rojo del Meitierráneo – Foto cortesía de Tuna Tour – 

La primera sensación al nadar es que en la piscina hay bastante oleaje y movimiento, efectivamente estamos en alta mar, y no es verano. Alguien que sepa nadar medianamente bien no va a tener problemas de ningún tipo, aunque algún trago de agua está más que garantizado,  es parte de la aventura, por mucho que te agarres a las boyas. Durante las primeras inmersiones, al no llevar mi neopreno capucha para la cabeza, se nota mucho el frío del agua, es como si te doliera y pinchara la cabeza al salir del agua, pero es sólo un momento, en seguida te acostumbras y la sensación se pasa. También sorprende la oscuridad de las aguas, ya que si bien se ve decentemente donde se filtran los rayos del sol, en cuanto aparece un nubarrón o desciendes unos metros, es difícil divisar atunes. De hecho, nos comentaban que los atunes suelen estar a una profundidad de entre 10 y 15 metros, a priori no están visibles para descender alegremente con tu equipo de snorkel.

Nadadores atuneros combatiendo el oleaje de la piscina – Foto cortesía de Tuna Tour – 

Sin embargo, en ese momento en el que estás mirando boca abajo, concentrado intentando divisar a los escurridizos animales, ves que un trozo de pescado cae cerca de ti. De repente, una sombra, repito, una sombra, que viene de las profundidades marinas, aparece rauda y veloz y se pasea delante de tus gafas, abriendo la boca (no muy grande) y engullendo la pieza de caballa a la velocidad del rayo, sacudiendo el morro, cabeza y cuerpo entero de forma enérgica. Lo has visto, y prueba de ello es que ves alejarse de forma muy rápida, un animal de un volumen considerable, que sacude su espina y aleta inconfundible con suma facilidad. ‘¿Lo has visto, has visto eso? Buah, ¡qué pasada!‘. Son frases que cada uno de nosotros pronuncia y repite sin cesar según sacamos la cabeza fuera del agua, mirándonos todavía estupefactos unos a otros. En sucesivas inmersiones, vamos viendo, cada vez más de cerca y ganando confianza, a estos cazadores túnidos que producen una sensación de vértigo y admiración al mismo tiempo, vamos familiarizándonos con su compañía y hábitat.

Llega un momento en el que convenientemente dirigidos desde el barco y siguiendo las recomendaciones de los múltiples buzos que nos acompañan, nos colgamos todos de la hilera de boyas. Es en ese momento cuando la tripulación comienza a arrojar más y más caballa, y es ahí cuando se alcanza el clímax túnido. De nada nada, de unas aguas cada vez más oscuras, empiezan a surgir atunes por todos los lados; en busca de su presa, se cruzan entre ellos, ascienden desde las entrañas, capturan la caballa y descienden vertiginosamente, sin pelear ni chocarse entre ellos, todo en un abrir y cerrar de ojos. Colgados de las boyas, cada vez mas boquiabiertos, parece que estamos en una butaca de cine en alta mar, viendo un documental de atunes en directo, impresionante.

Primera fila del cine del Tuna Tour – Foto cortesía de Tuna Tour – 

Visto que son animales prudentes y que no se acercan en demasía al ser humano, manteniendo siempre una distancia de más de 2 metros, y recordando las sabias palabras de la tripulación, me atrevo a coger con la mano en un par de ocasiones una pieza de caballa que todavía pulula por el agua. Sí, una sensación rara y contradictoria invade tu cuerpo: primero piensas ‘ojala se acercara un atún y me cogiera la pieza de la mano, ¡sería la leche!‘, a lo que le sigue un ‘¿seguro que no muerden de verdad, controlarán la distancia no? ¿Y si se equivocan y calculan mal?‘. La primera vez, según me asalta este segundo pensamiento suelto la caballa a la velocidad del rayo, pero pensándolo fríamente me doy cuenta de que no se me ha acercado ningún atún. La segunda vez consigo aguantar más rato la caballa en la mano, pero tampoco hay suerte, con lo que se confirma que no les gusta que les alimenten con la mano, prefieren cazar su comida. Abandono la operación caballa.

En cambio, alrededor sigues viendo cómo los atunes suben desde las profundidades y te esquivan perfectamente para escoger su bocado; a veces te toca ver ese fascinante instante frente a ti, otras veces sientes una ráfaga de agua detrás tuyo, y para cuando te giras, sólo ves una aleta que se agita en la lejanía; otras veces sientes un toque en tu cuerpo…y es cuando te das cuenta de que un compañero de inmersión te ha dado con el brazo o con la pierna ;-), un atún nunca lo haría, calculan las distancias al milímetro.


Aunque no tengo el concepto de tiempo exacto, seguro que la inmersión duró algo más de media hora, tiempo más que suficiente para hacerte una idea del increíble y precioso pez que habita en dichas piscinas. Entre exclamaciones y todavía asombrados por la experiencia, volvemos a subir al catamarán, donde tras una ducha de agua caliente que se agradece mucho, nos quitamos el traje de neopreno y nos secamos al sol en la parte delantera del barco, comentando la jugada, todavía exaltados. Ya cambiados, pasamos a ver la siguiente parte de la cadena de la producción del atún, teniendo la oportunidad de catar sashimi de atún rojo tocado con un poco de salsa de soja, acompañado de bebida, optando en mi caso, por un blanco bien fresquito…¡mamma mía, una gastroexperiencia de las buenas!

Catando sashimi de atún rojo del Mediterráneo, delicioso

Y yo no soy muy amigo del pescado crudo, pero os juro que esa carne era la bomba, muy natural, pero con un sabor sobrenatural. Una auténtica delicia, que además viene garantizada por su correspondiente etiqueta de identificación de trazabilidad, que te cuenta y asegura dónde se ha criado la pieza de la que proviene esa carne, y en qué condiciones lo ha hecho. Me parece una excelente apuesta por la transparencia, la seguridad y la calidad alimentaria, ¡bravo!

Con el exquisito regusto que deja el aperitivo en alta mar, regresamos a puerto analizando interiormente la inolvidable experiencia que acabamos de vivir; una aventura que va más allá del “simple” hecho de nadar entre atunes, que te hace ver y comprender todo el trabajo, esfuerzo y buenas prácticas que atesora la cadena de producción de este valioso alimento, garantizando una calidad de primera al consumidor, y que desde luego destierra para siempre esa imagen negativa preconcebida que tenemos respecto al mundo del atún, porque asociamos atún con atún de lata, algo que sin duda está a millones de años luz del sashimi que probamos.

Aparte de mis particulares inmersiones de snorkel para ver peces de colores en el Caribe, ésta era mi primera inmersión seria en alta mar, y sin duda me ha parecido una experiencia fantástica, que recomiendo a todo el mundo. Además, para mi grata sorpresa, leo en la web que es una actividad que puede ser realizada también por niños bien pequeños, siempre y cuando lógicamente, vayan acompañados de sus padres. No me lo esperaba, pero viendo las normas y medidas de seguridad que rigen el tour, me fiaría completamente de meter a mi peque entre atunes.

¿Qué os ha parecido esta aventura, os atreveríais a nadar entre atunes, en su hábitat natural? ¿Habéis probado a nadar entre otros animales marinos de considerable tamaño, cuál fue la sensación?

Información práctica:


Saludos!

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