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Cómo NO ir del aeropuerto de Sofía a Sofía centro


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Esto que voy a contar le ha pasado a mucha gente, en muchos sitios, tanto en viajes personales o de placer como en viajes profesionales o de trabajo. Si a ti no te ha pasado, suerte que tienes, pero por si acaso, te recomiendo leer este post hasta el final para que estés advertido y no te pase nunca. No os asustéis, no es nada grave ni que no tenga solución, se trata de un simple timo en el que caes por no planificar bien las cosas e ir un poco despistado por la vida.

Nos pasó durante nuestro viaje a Bulgaria durante el verano del 2010, y sin pelos en la lengua, te vamos a contar cómo NO ir del aeropuerto de Sofía a Sofía centro. ¿Dispuesto a leer, aprender, y sobre todo, a no “cagarla” como nosotros?

Volamos con la compañía húngara Wizzair de Madrid a Sofía, muy bien, en cuestión de 3 horas estábamos en un país del Este a miles de kilómetros de distancia, con un lenguaje y alfabeto, cirílico, totalmente incomprensible para nosotros.

El aeropuerto de Sofía no es que sea enorme, tiene un par de terminales, nosotros aterrizamos en la Terminal 1, que es la terminal vieja. Pensaba que nos íbamos a encontrar con un aeropuerto más viejuno y en peor estado, pero no, es un aeropuerto normal, sin modernidades, funcional.

Interior de la Terminal 1 del aeropuerto de Sofía en Bulgaria

Bien, tras esperar un buen rato a que nuestro equipaje saliera por las cintas, un poco aburridos y algo aturdidos por las tres horitas de vuelo, salimos a la sala principal de llegadas del aeropuerto, con cara de despistados, con una hoja impresa de Google Maps en la mano, como único seguro de vida para saber cómo ir desde el aeropuerto al hotel que habíamos reservado en Sofía centro. Sinceramente, ni habíamos mirado las opciones de transporte al centro de Sofía, ni creímos conveniente cambiar nuestros euros a moneda local. Fuimos confiados, habíamos leído que la moneda búlgara, el Lev, estaba bastante devaluado respecto al euro, y que en general, la vida y los precios en Bulgaria eran muy asequibles para el turista, así que a una mala, nos cogíamos un taxi hasta el hotel en Sofía y listo, como unos señoritos.

Así de panchorros, con este pensamiento de feliz turista recién aterrizado salimos de la sala de recogida de equipajes. Para cuando nos dimos cuenta y levantamos la cabeza para leer alguna de las señales del aeropuerto, nos abordó un chico de buena planta y aspecto sugiriendo “official taxi to Sofia, official taxi to Sofia?”. Bien, no me preguntéis por qué,p ero sin pensárnoslo una milésima, asentimos con la cabeza al unísono y le preguntamos cuánto costaba el taxi a Sofía; nos dio una cifra que nos pareció razonable y nos confirmó que no había ningún problema para pagar en euros, por lo que en cuestión de segundos, teníamos al chico y al taxista búlgaro de turno metiendo nuestras maletas en un coche bastante viejo, y sí, juraría que ponía ‘taxi’.

El chico le enseña nuestro maravilloso mapa al conductor, le comenta algo en búlgaro, y desaparece en cero coma, ya estamos alone in the dark en el taxi. Por asegurarnos, volvemos a preguntar por los precios al taxista, que ya vemos que no entiende, o no quiere entender, ni papa de inglés y nos saca un folletillo con las tarifas, en cirílico claro. Nos miramos de nuevo, pero ya que estamos dentro, con la cifra comentada por el chico majete en mente y confiados con el modo de vida más barato de Bulgaria, le damos el ok y decidimos emprender el trayecto, from lost to the river como diría aquel.

Nos encontramos en seguida con el primer atasco, antes de salir incluso del propio aeropuerto, y avanzamos muy lentamente entre viejos pabellones y polígonos anexos al aeródromo. Mientras tanto, las cifras del taxímetro (sí, lleva taxímetro) corren más rápido que Usain Bolt. Volvemos a la carga con otra nueva intentona de preguntarle al taxista cuánto nos va a costar la carrera. La respuesta viene de nuevo con el folleto de tarifas cirílicas en la frente. Empieza a haber ya cierta tensión dentro del taxi, y empezamos a asimilar que nos la han jugado, que aquel chico aparentemente majete nos la ha metido bien doblada. Avanzamos de nuevo levemente en la caravana, menos que las cifras del taxímetro, pero el espejismo dura poco y nos plantamos en una rotonda grande y diversas avenidas de Sofía, donde el tráfico sigue totalmente colapsado. Haciendo continuamente el cálculo del cambio de moneda mentalmente, llegamos a un punto en el que la situación se hace ya insostenible, y con un par, le decimos al taxista que nos está engañando y que nos queremos bajar. El tipo, enseñando de nuevo la planilla de las tarifas y gritando, de forma incluso agresiva, intenta calmarnos, pero la decisión está tomada y tenemos la puerta abierta, nos bajamos del pseudo taxi de marras, por lo que al tipo no le queda otra que pararnos, bruscamente, en un lateral de la rotonda. Como el tipo tiene todas las de ganar con la excusa de que no entiende inglés, hacemos el cálculo y acordamos, tras varias iteraciones y disputas de redondeo, con gritos y aspavientos cada vez más cañeros por ambas partes, pagarle 20 euros por la carrera; 20 euros por una tensa e incómoda carrera de menos de 10 kilómetros…¡en Bulgaria! Pues eso, la madre del cordero búlgaro…


Cogemos las maletas, nos acordamos de la madre del taxista en castellano, él de las nuestras, y cruzamos la rotonda por la carretera caminando hasta una vieja marquesina cercana. Sí, no sabemos dónde estamos, probablemente en las afueras de Sofía, pero no sabemos en qué zona concreta. Tiramos de la hojita de Google Maps con la ubicación del hotel y analizamos de una en una a las personas que esperan impasibles en la marquesina, intentado adivinar quién puede chapurrear algo de inglés. A la segunda o tercera, una amable señora de mediana edad se implica en nuestro documental ‘Lost in Sofía‘. De primeras, le contamos nuestra mala experiencia con el taxi del aeropuerto, y nos dice que es triste pero que es muy habitual por estos lares, y que desde luego nos ha timado con la cuantía; vale, nada nuevo bajo el sol de Sofía. La mujer, muy maja, nos ayuda a ubicarnos en el mapa y nos dice que conoce la zona dónde está el hotel, tras lo que nos pregunta si queremos que pare un taxi. Todavía algo recelosos, por segunda vez confiamos en la gente lugareña, y efectivamente, en un par de minutos, la señora para un taxi al más puro estilo peliculero de calle de New York. El taxi es de color rojo, diferente al del aeropuerto, la mujer habla con el taxista en búlgaro y le dice en el mapa dónde tiene que llevarnos, y luego, gentilmente, nos hace la traducción a inglés.


Le damos las gracias y todavía con cierta incertidumbre y cabreo en el cuerpo, el taxi arranca. Este taxista chapurrea palabras sueltas en inglés, y nos dice de entrada que la carrera hasta el hotel nos costará algo más de 10 euros, asumible. Avenida para arriba, avenida para abajo, semáforos y cruces con viejos tranvías, la verdad es que nos tiramos un buen rato en el taxi hasta llegar al hotel, pero el trayecto se hizo ameno porque el tipo nos fue señalando y nombrando en inglés todos y cada uno de los monumentos por lo que pasamos en la zona centro.

Señalización en cirílico para llegar a Sofía centro

Y así hasta la puerta del mismísimo hotel, donde le damos las gracias y le pagamos 12 euros al redondeo. El tipo se lo ha currado y se lo merece, ha hecho incluso más del doble del trayecto que el otro taxista pirata, en tiempo y kilómetros,  y nos ha cobrado casi la mitad, buena gente. Y no me queda otra que agradecer desde aquí de nuevo a la humilde mujer que nos echó un cable con este primer, y último, embrollo búlgaro, una gozada que quede gente así, buena gente, alrededor del planeta, eskerrik asko!



Booking.com

Bueno, con esta simple historieta vivida en primera persona, espero que os haya quedado claro cómo NO ir del aeropuerto de Sofía a Sofía centro, o por lo menos, sirva de lección para que no hagáis el canelo nada más pisar suelo búlgaro. Y como decía al principio, aunque nos pasó en Bulgaria, esta experiencia es extrapolable a cualquier aeropuerto y país del mundo, así que ojito. En fin, como todo en la vida, no queda otra que resignarse, cabrearse con uno mismo y pensar que no pasa nada, que de éstas también se aprende, así que la lección de Coco aprendida en materia de “medios de transporte en aeropuertos” fue la siguiente:


Información práctica:


Saludos!

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