Las montañas de la Península Ibérica ya se han cubierto de un manto blanco. La gente lleva religiosamente sus esquíes a afilar y a encerar. La temporada ya ha empezado. Unos miran compulsivamente el parte meteorológico, otros compran por Internet bastones último modelo, cadenas para el coche, y también están los que evalúan con preocupación en el gimnasio si sus rodillas estarán en condiciones para afrontar la nueva temporada de esquí. Son las “preocupaciones” habituales del esquiador o del snowboarder. En realidad, son preocupaciones de gente que ama profundamente la nieve, gente que siempre le ve la cara positiva al invierno, gente a la que no le importa meterse una kilometrada entre pecho y espalda con tal de volver a ver esos paisajes de montaña nevados y escuchar el característico sonido de los cantos de los esquíes cuando ‘cortan’ la nieve.
